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Profundizando

Corazón a Corazón

 

«¡Derrama tu corazón como agua

ante el rostro del Señor!» Lm 2, 19

- Que lindo sería empezar a relacionarnos con Jesús como nuestro mejor amigo. Compartiéndole nuestras alegrías y tristezas, gozos y sufrimientos, dolores y esperanzas. Escuchando sus consejos y su palabra de aliento.

 

- Haciéndolo desde el amor y no desde el miedo. Desde la cercanía y no desde la fría distancia. Desde aquello que somos, y no desde otra persona, o desde una imagen que hemos fabricado de nosotros.

 

«Desahoguen en él su corazón, porque Dios es nuestro refugio». Sal 62

 

“Y cuán valiosa es una conversación con Cristo en el Santísimo Sacramento: no hay cosa más suave que esta, nada más eficaz para recorrer el camino de santidad.” 

 

(Papa Pablo VI)

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Postración

 

«Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría» Lc 24, 52 

- Recostarnos en el suelo, en señal de adoración, para reconocer nuestra pequeñez frente a la inmensidad de Dios.

 

- Aceptando nuestra condición de humanos frente a la grandeza divina. Nuestras limitaciones y fragilidades, frente a la infinitud y fortaleza de nuestro Dios. Nuestro ser humildes y sencillos, frente a la omnipotencia y poder de Jesús, nuestro salvador.

 

«Los veinticuatro Ancianos se postraban ante él para adorarlo... diciendo: Tú eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder». Ap 4, 10-11

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Música del Alma

 

«María dijo entonces: Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador». Lc 1 46-47

- Pedirle al Espíritu Santo que las canciones que vayamos eligiendo nos ayuden a disfrutar, gozar y descansar en Jesús vivo.

 

- Podemos escuchar estas canciones con los auriculares puestos, en nuestro encuentro personal y en silencio con Jesús, en la capilla de adoración perpetua. 

 

«...proclamar tu amor de madrugada, y tu fidelidad en las vigilias de la noche, con el arpa de diez cuerdas y la lira, con música de cítara». Sal 92, 3-4

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Contemplando su Gloria

 

«Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro, y al despertar, me saciaré de tu presencia». Sal 17, 15

- Pedirle al Espíritu Santo que podamos mirar solamente a Jesús para disfrutar de su paz y contemplar su belleza. Poder extasiarnos de su presencia y dejarnos abrazar por su mirada.

 

- El estar frente a Jesús contemplando en silencio su rostro eucarístico, nos llevará a ser más contemplativos, observadores y escuchadores con nuestros hermanos.

 

- Y podremos decir como aquél campesino de la parroquia de Ars: "Yo lo miro a Él y Él me mira a mí".

 

"La presencia de Jesús en el tabernáculo ha de ser como un polo de atracción para un número cada vez mayor de almas enamoradas de Él, capaces de estar largo tiempo escuchando su voz y sintiendo los latidos de su corazón". 

 

(San Juan Pablo II)

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Agradeciendo al Padre

«Padre, te doy gracias porque me oíste». Jn 11, 41

- Pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a ser agradecidos a Dios por tantos dones y regalos recibidos.

 

- Dar gracias a Dios Padre por ser sus hijos amados. Dar gracias al Padre por el regalo de su Hijo único Jesús. Dar gracias a Jesús por haberse quedado para siempre con nosotros en la Eucaristía.

 

- Dar gracias a Jesús por su amistad y por habernos llamado. Gracias por invitarnos a seguirlo y vivir el Evangelio. Gracias por la vida, nuestras familias, nuestros amigos. Gracias por su amor, su misericordia, su ternura y dulzura. Gracias por habernos sanado, liberado, rescatado, salvado, protegido, bendecido, sostenido, consolado, fortalecido y amado.

 

- Gracias por dejarnos a María, como nuestra tierna y virgen Madre. La mujer eucarística, modelo de madre y Reina de la Paz.

 

«Te daré gracias eternamente por lo que has hecho, y proclamaré la bondad de tu Nombre delante de tus fieles». Sal 52, 11

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Abrazando nuestra Cruz

 

«El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Lc 8, 34

- Pedirle a Jesús que nos ayude a cargar y abrazar nuestra cruz, para que podamos seguirlo con todo nuestro corazón.

 

- La cruz son nuestras heridas, miedos, fragilidades, sufrimientos, dolores y pecados. Nuestra naturaleza humana y limitada. Las persecuciones y ataques del enemigo a causa de seguir a Jesús.

 

- Abrazar la cruz, es abrazar todo lo que somos, pidiéndole a Jesús que Él haga nuestra carga más liviana. Pedirle a Jesús que nos de fuerzas, consuelo y ánimos para abrazar la cruz y seguirlo.

 

- Jesús quiere que vayamos a disfrutar de su presencia pero no a desligarnos de nuestras responsabilidades dejando nuestra cruz a sus pies. Sino que Jesús quiere abrazarnos a nosotros junto con nuestro abrazar la propia cruz.

 

"Casi todos vienen a mí para que les alivie la Cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe a llevarla."

 

(San Pío de Pietrelcina)

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Súplica

 

«Señor, escucha mis palabras, atiende a mis gemidos; oye mi clamor, mi Rey y mi Dios, porque te estoy suplicando.» Sal 5, 2-3

- Rogarle a Jesús que nos conceda lo que nuestro corazón desea. Suplicarle su misericordia. Tirarle del manto. Haciéndolo con fe, y teniendo la certeza y la garantía que Jesús nos lo va a conceder.

 

- Pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a insistirle a Jesús. Que no nos cansemos de pedirle lo que desea nuestro corazón.

 

- Y estar abiertos a que muchas veces Jesús nos puede sorprender. Y nos puede dar más de lo que pedimos, o nos puede dar algo distinto pero mucho mejor de lo que creíamos.

 

«También les aseguro: pidan y se les dará...

porque el que pide, recibe». Lc 11, 9-10

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