
Por mis Hermanos
«Pidan lo que quieran y lo obtendrán» Jn 15, 7
- Pedirle a Jesús que sane, bendiga, proteja, libere y salve a las personas que el EspÃritu Santo nos vaya inspirando. Ir repitiendo esta oración por cada persona que nos vaya mostrando.
- Si nos cuesta rezar esta oración por alguna persona en especial, quizás sea una señal de que todavÃa no la hemos podido perdonar, que guardamos algo de rencor, o que existe cierta atadura.
- Sana, bendice, protege, libera y salva a ... (nombre de la persona)
“Si ustedes creyeran en Mi amor, si realmente creyeran en Mi amor, entonces verÃan los milagros de Mi amor."
(Santa Margarita MarÃa de Alcoque)
Oración de Compasión
«¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!». Lc 18, 13
- Pedirle al EspÃritu Santo que derrame la misericordia y compasión de Jesús sobre las personas que Él nos vaya señalando.
- Ir repitiendo esta oración pidiendo por distintas personas: madre, padre, hijos, hermanos, amigos, conocidos, sacerdotes, vecinos, enemigos...
Ten piedad de mi Jesús
Ten piedad de ... (nombre de la persona)
Ten piedad de nosotros
Ten piedad del mundo entero Jesús.
"Alguien debe rezar y sacrificarse por los que no lo hacen.
Si no se estableciera ese equilibrio espiritual
la tierra serÃa destrozada por el maligno"
(Santa Clara de AsÃs)


Alabanza
«DÃa tras dÃa te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar. ¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza: su grandeza es insondable!» Sal 145, 2-3
- Abrir el corazón y pedirle al Espíritu Santo que nuestra oración sea un torrente continuo de alabanzas a Jesús y al Padre. Que broten de nuestro corazón palabras y gestos para adorar a Jesús, para alabar al Padre, para glorificar al Espíritu de Dios.
- Sugiero la alabanza en voz alta para el tiempo con Jesús en comunidad, es decir, para las adoraciones comunitarias. También las podés hacer en silencio en tu encuentro personal e íntimo con Jesús.
"Qué admirable grandeza ¡Qué amor estupendo! ¡Qué humildad sublime! El Señor de todo el universo, Dios y el Hijo de Dios, por nuestra salvación se humilló a sí mismo asumiendo la forma de un pequeño pan."
(San Francisco de Asís)
Sanación Intergeneracional
«Feliz el hombre que teme al Señor y se complace en sus mandamientos. Su descendencia será fuerte en la tierra: la posteridad de los justos es bendecida». Sal 112, 1-2
- Pedirle al EspÃritu Santo que nos ayude a sanar nuestro árbol familiar. Hay muchas heridas que son invisibles y muy inconcientes y que afectan a toda la familia. Muchas veces vemos los sÃntomas (reacciones), pero es bien difÃcil ver la raÃz (origen) de esas heridas.
- La luz del EspÃritu Santo tiene el poder para iluminar la raÃz de aquellas heridas y asà entonces comenzar un proceso de sanación profunda.
- Hay heridas grandes que hemos sufrido desde la concepción en el seno materno, al sentir que quizás nuestros padres no han querido tenernos, o al sentir rechazo o falta de amor.
- Hay heridas graves que hemos sufrido de bebés, y por más que no tenÃamos conciencia y memoria, quedan grabadas en el corazón y en lo inconciente.
- Hay heridas que hemos sufrido durante la niñez. Algún episodio traumático, alguna persona que nos hirió mucho.
- Y también hay heridas que vienen de nuestros padres, de nuestros abuelos, de nuestros antepasados. A veces son tendencias a ciertos pecados. A veces es alguna enfermedad que se va heredando. A veces es alguna atadura e influencia demonÃaca que se va arrastrando.
- Pedirle al EspÃritu Santo que nos libere de toda atadura e influencia demonÃaca intergeneracional. Que cubra con su sangre toda tendencia a ciertos pecados. Que nos sane de toda enfermedad fÃsica y del espÃritu.
«Porque Yo soy el Señor, tu Dios... y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos». Ex 20, 6


Protección frente al mal y al maligno
«Yo te amo, Señor, mi fuerza, Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador, mi Dios, el peñasco en que me refugio, mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.» Sal 18, 2-3
- Pedir la protección de Dios frente al enemigo que nos quiere lastimar, herir, tentar e impedir que disfrutemos del amor de Jesús. Pedir esta protección para nosotros, nuestras familias y todas las personas que estén en nuestro corazón.
- Pedirle a Dios Padre que nos esconda bajo la sombra de su mano. Y que nos proteja con su ternura paternal.
- Pedirle a Jesús que nos cubra con su Preciosa Sangre y nos proteja con su cayado de buen pastor.
- Pedirle al EspÃritu Santo que nos proteja con el fuego de su amor y que sople su suave brisa sobre nosotros.
- Pedirle a nuestra querida Virgen y Madre MarÃa que nos cubra con su manto y nos envuelva en su dulzura maternal.
- Pedirle a los Angeles y Arcángeles de Dios que nos protejan en todo momento y en toda circunstancia.
- Pedirle a los Santos del cielo que nos protejan con sus oraciones.
"Seamos locos de amor divino y no hay nada que temer."
(Santa Micaela del SantÃsimo Sacramento)
Lenguas del Espíritu
«El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables». Rm 8, 26
- Hay momentos en que las palabras no alcanzan para expresar lo que nuestro corazón quiere manifestar para adorar a Jesús.
- Aquà sugiero pedirle al EspÃritu Santo que nos asista para que podamos seguir adorando a Jesús, no ya con nuestro lenguaje humano sino con el lenguaje del EspÃritu. Aquellos gemidos inefables que brotan del corazón y que nos ayudan a alabar a Dios.
"¿Qué quiere decir cantar con júbilo? Darse cuenta de que no podemos expresar con palabras lo que siente el corazón."
(San AgustÃn)


Entregando nuestra Vida
«Les aseguro que el que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos, por el Reino de Dios, recibirá mucho más en ese mundo; y en el mundo futuro, recibirá la Vida eterna» Lc 18, 28
- Invocando al EspÃritu de Dios, pedirle a Jesús que nos ayude a entregarle a sus pies a todas las personas que nos confió, nos confÃa y nos va a confiar. Entregarle nuestros hijos, sabiendo que no son posesiones nuestras, sino que son en primer lugar hijos amados de Dios.
- Entregarle a Jesús nuestra familia, nuestros seres queridos, nuestros amigos, confiando en que Él los va a cuidar, proteger y bendecir mejor que nadie. Y pidiéndole a Jesús que nos ayude a ver y descubrir qué es lo que nos toca a nosotros.
- Entregar no es desprendernos de nuestras responsabilidades, sino liberarnos de ciertas ataduras que nos impiden confiar cada vez más en Dios.
- Jesús nos libera de la sobreprotección que nos angustia y nos inquieta. Y nos ayuda a desprendernos de los bienes, de los afectos desmedidos, y de todo aquello que nos impide seguirlo.
Jesús le respondió: «¿Quién es mà madre y quiénes son mis hermanos?». Y señalando con la mano a sus discÃpulos, agregó:
«Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre». Mt 12, 48-50